Descripción de la editorial
De las dos presentaciones que deben dar contenido a un prólogo, la de la obra y la de su autor, la más necesaria es la del segundo, porque un libro, en realidad, se presenta por sí solo; y, además, pronto, apenas leídas las tres o cuatro primeras páginas.
Una de las enseñanzas que más útil me ha resultado como norma fundamental de observación de la realidad (casi como "teoría del conocimiento") fue la de un viejo profesor de Derecho, que, ya de vuelta de muchas cosas, nos aclaraba a sus alumnos, con todo énfasis, lo siguiente: "miren ustedes, si están sentados frente a una ventana y, de repente, ven aparecer el hocico de un burro, inmediatamente después de las orejas de un burro y, luego, el cuello de un burro... lo más probable es que todo lo que venga después también sea burro." Pues bien, si un libro muestra en sus primeras páginas sus fisonomía de pollino, puede afirmarse con un alto grado de probabilidad que el provecho que puede obtenerse con su lectura no compensa el tiempo y el esfuerzo que ello requiere. Y aunque toda regla conoce excepciones, por experiencia propia puedo asegurar al lector que ello casi siempre es así. Por eso que, por mi parte, aparecida la testuz, abandone pronto toda esperanza de provecho.
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